La equinoterapia como su nombre lo indica, es una terapia con caballos. Es un tratamiento físico y mental que generalmente y en un principio se utiliza para tratar de manera complementaria y mejorar la calidad de vida de personas, sobre todo niños y jóvenes, con dificultades motrices, problemas de comportamiento, autismo, espina bífida, esclerosis múltiple, distrofia muscular, ceguera, sordera, lesiones medulares, parálisis cerebral, síndrome Down, entre otros. Afortunadamente nuestra bebé no padece de dificultades o condiciones como las que mencionaba, pero en mi afán de enseñarle un poco de todo y de su amor por los caballos (“caballo” fue una de sus primeras y mejores pronunciadas palabras), investigué acerca de esta terapia ya que por su edad no puede recibir clases de equitación aún.
En mi opinión la equinoterapia es algo como pilates o el yoga, que son prácticas que promueven la salud, ya sea una persona con una condición o no, de igual manera mejora siempre la vida y la salud física y mental de quienes las practican. Y cuando se tiene salud, no esperar a perderla sino siempre ayudar a conservarla, no solamente tratan de curar enfermedades sino a prevenirlas y a todos, estemos como estemos y seamos como seamos, siempre nos caen bien.
El caballo es un animal muy noble que desde siempre ha sido de gran compañía y utilidad para la humanidad. Posee características musculares únicas, que se valoran por la agilidad, la armonía y la fuerza. El caballo al paso, transmite vibraciones al cuerpo del jinete y en consecuencia a su cerebro, fomentando las conexiones nerviosas del mismo. Esta terapia aprovecha al máximo los movimientos multidimensionales del caballo para estimular musculatura, huesos y articulaciones.
En 1,875, el neurólogo francés, doctor Chassaignac, comprobó que sus pacientes mejoraban después de montar a caballo, y que el movimiento del animal favorecía el equilibrio, el control de los músculos, y el funcionamiento de sus articulaciones.
La equinoterapia ayuda al equilibrio, la postura, el fortalecimiento de los músculos, la coordinación neuromotora, la orientación espacial, el espacio temporal, la lateralidad que es la preferencia que se muestra por un lado del cuerpo (ya sea derecho o izquierdo), mejora la percepción del esquema corporal, aumenta la autoestima al mejorar la confianza, la integración, la socialización, la motivación, la afectividad, la atención, concentración, el autocontrol, el lenguaje, las relaciones interpersonales, y promueve el respeto al caballo y a la naturaleza.
Lo que yo deseo como mamá de Carmela es aprovechar al máximo su educación y formación siempre, pero “los seis primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo del ser humano, porque los niños configuran sus habilidades psicomotoras, cognitivas, lingüísticas, emocionales y sociales”, destaca María Teresa Sanz de Acedo, pedagoga y doctora en Psicología, especializada en el área Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Navarra, “el desarrollo de su cerebro en los tres primeros años, con periodos de aceleración y la importancia de adquirir unas buenas habilidades psicomotoras. El desarrollo del pensamiento es acción hasta que a partir de los dos años aparece la función simbólica. Supone un gran cambio cualitativo porque el niño puede pensar no sólo el presente sino también el futuro, lo imaginario o lo posible. Entre el primer y el segundo año de vida se establece el apego y aprenden en casa cómo interactuar con los demás.” Por eso mismo conscientemente tomé la decisión de quedarme a su lado y hacerla mi compañera de vida y trabajo, llevarla a todos lados conmigo y hacerla parte activa y vital de mi vida, para que sus capacidades sociales e interpersonales se pudieran desarrollar al máximo. Y ahora que empieza a desarrollar la comunicación intencional es tiempo ideal para la equinoterapia.
Es por estas y muchas razones no quería esperar más, indagué de qué manera podía empezar desde ahora su educación con los caballos y no tener que esperar hasta los ocho años para ser inscrita en la academia de equitación, mi deseo es aprovechar al máximo la ventana de aprendizaje ahora que es tan pequeña y deseaba aprovechar desde ya esa ventana de aprendizaje tan importante y esencial donde Carmela es una esponja y así encontré a la terapeuta ecuestre Fernanda Cóbar (información de contacto al final del artículo), quien imparte terapias personales en la Escuela Militar de Equitación frente al Campo Marte en la Ciudad de Guatemala. La clase fue hermosa, fue surreal y bello ver a nuestra niña tan chiquita a caballo, con un desenvolvimiento tan natural como si lo hubiera hecho muchas veces antes, por supuesto no iba sola sino asistida por su maestra sobre el caballo. La clase que por ser dirigida a niños pequeños generalmente tiene una duración de entre treinta y cuarenta y cinco minutos consistió en andar a caballo, en este caso en Pocha, una yegua muy noble y mansa, al rededor de la pista y al mismo tiempo completar tareas como levantar los brazos y mantener el equilibrio sobre la yegua, abrazar a la yegua, colocarse en posición horizontal boca abajo sobre ella, colocarse boca arriba, hacer ejercicios de estiramiento sobre la yegua, completar un rompecabezas (de piezas simples adecuado para niños pequeños), y tirar el aro para lograr meterlo en el cono como se muestra en la fotografía anterior y al final de la sesión cepillar a Pocha.
Otra razón por la que nos interesa que los caballos forman parte de la vida de nuestra hija es honrar el legado de su bisabuela paterna Aurelia Sandoval, campeona de equitación en salto de obstáculos y carrera de velocidad. Y no se trata de hacer que sea exactamente como su bisabuela, sino como todo, deseamos que intente y pruebe muchas cosas, que de todo aprenda, abrirle muchas puertas para que ella descubra lo que hay detrás de ellas y luego un día ella decida qué le interesa realmente, abrir puertas para que ella trace sus propios caminos.