Hace casi un mes subimos el volcán Acatenango, el tercero más alto de Guatemala y Centroamérica, casi 4,000 metros de altura, casi 28,000 pasos y 20 kilómetros en pendiente según el pedómetro del teléfono. El motivo: recaudar Q50,000 con Funsepa para el equipamiento del aula tecnológica de La Alianza, hogar que atiende a niñas y adolescentes víctimas de trata y violencia sexual con absoluto respeto y amor incondicional; el hogar da abrigo, atención legal, salud integral, educación y reintegración.
La invitación fue hecha un mes antes de la escalada, y nos pidieron que nos preparáramos con ejercicio y equipo:
- Equipo básico:
- Camisa de secado rápido de manga larga preferiblemente.
- Pantalones de secado rápido, cómodos y frescos, que no fueran jeans porque son pesados y si se mojan no se secan rápido.
- Chumpa impermeable y rompeviento.
- Sweater térmico de fleece preferiblemente.
- Calcetines de lana, los calcetines de algodón son delgados y pueden causar ampollas.
- Tennis o botas de montaña, preferiblemente anti deslizantes, si fueran nuevas usarlas con tiempo para hormarlas. No usar botas pesadas o tennis de suela lisa.
- Guantes y gorro de lana y si fuera posible guantes rompimiento.
- Tres litros de agua para hidratación y tres snacks como barritas, nueces o chocolate oscuro.
- Protección de sol. Gorra, bloqueador solar y lentes.
- Botiquín de primeros auxilios.
- Bastones de caminata.
- Mochila ligera para montaña.
Es del dominio público saber que entre mis virtudes no figura ser atlética, pero no pensé que sería tan duro. Habían pasado cuatro meses del parto y un mes de haberme quitado la matriz, ese mismo día cumplía un mes exacto de la operación, honestamente, como mi cabeza es fuerte pensé que mi cuerpo estaba igual, pero no, mi cuerpo estaba oxidado y desde la primera cuesta me quise dar por vencida.
Al principio íbamos a subir por una finca que está a la mitad del camino pero unos días antes se decidió que subiríamos desde abajo, desde el kilómetro cero del volcán, desde La Soledad. El grupo iba liderado por Andrea Cardona, escaladora profesional nivel Everest! éramos treinta y cinco personas aproximadamente, entre el equipo de Andrea, equipo y embajadores de Funsepa, deportistas como Picolo Gularte, empresarios, paramédicos... y todos teníamos una meta en común: escalar por las niñas de La Alianza. Teníamos previsto realizar el ascenso en cuatro horas con cuatro descansos de 10 minutos, la cumbre en treinta minutos y el descenso en dos horas y media... finalmente todo lo hicimos en casi once horas, más de tres horas de lo planeado.
Llegamos al primer descanso y dije "aquí me quedo, sigan ustedes y aquí nos vemos al regreso..." no me dejaron, el apoyo fue extraordinario, me hicieron porras, me dijeron que el equipo no dejaba a nadie atrás, la misma Andrea caminó a mi paso (lento) junto a mí, dándome ánimo y energía comparando mi cuesta con su cuesta del Everest "sabías que en el Everest se da un paso por minuto?, tu lo estás haciendo bien" me decía. Muchas veces estamos acostumbrados a que cuando alguien es sobresaliente o mejor que los demás, éste (el sobresaliente) pasa a los demás y sigue adelante y "gana"... Andrea, ella que es la experta, la que podría haber ido más rápido, se quedó conmigo enseñándome a caminar en la escalada, a respirar, a lograr no parar, eso es algo que jamás voy a olvidar y mientras escribo este texto se me llenan las ojos de lágrimas de la emoción... ésta es una lección de vida.
Cuando llegamos al primer descanso y antes de empezar la segunda parte de la escalada, Andrea y su equipo nos dieron una banderita roja que decía CORAJE como reconocimiento al haber logrado el primer trecho, eso me dio parte de la fuerza que necesitaba para tomar la decisión de seguir, en el momento no me di cuenta, sino hasta que empecé a caminar, no era una banderita nada más, era una bandera de oración tibetana. Estas banderas son un lienzo pequeño rectangular que se colocan como guirnaldas desde los picos de las montañas en los Himalayas, son símbolo de bendición, se utilizan cinco colores: azul, blanco, rojo, verde y amarillo que representan los cinco elementos, también simbolizan procurar la paz, la compasión, la fuerza y la sabiduría. La creencia es que las banderas esparcen bendiciones a través del viento que sopla y las riega a la comunidad y forman parte permanente del universo. Para recordarme y recordárselo a nuestra bebé, le coloqué las banderas en su cuna.
Seguimos y cada paso se me hacía más difícil, nunca se hizo más fácil, cada paso me costó muchísima fuerza y algunos pasos me costaron algunas lágrimas. Tuve que subir a caballo una parte del camino porque ya no daba un paso más, luego tuve que cederlo porque una chica se había lastimado la rodilla y seguimos lentamente y quisiera decirles lento pero seguro, pero en algunos momentos solamente se sentía lento, muy lento, miraba el piso y mis pies y solamente me concentraba en poner un pie adelante del otro, respirar y hacerlo de nuevo una y otra vez. En cada descanso me quería dar por vencida pero de alguna manera sobre natural y gracias a la fuerza del equipo seguía adelante, en cada descanso que marcaba que habíamos completado una parte del camino recibíamos una bandera de oración: determinación, perseverancia, propósito y finalmente llegamos a Yepocapa la meseta antes del la cumbre, la cuesta que faltaba se llama "la maldita" y solo con el nombre ya no dan ganas, hacía falta el último trecho, las piernas me temblaban, sentía que no podía sostenerme pero estaba allí por un propósito y tenía que ser fuerte y lograrlo... y lo logré. Dicen que la mayor prueba de resistencia del cuerpo es tener un hijo, el embarazo y el parto, pero para mí subir este volcán fue la mayor prueba de resistencia que he hecho sufrir a mi cuerpo. Al llegar a la cumbre sólo quería llorar y que alguien me diera un abrazo, y pasaron las dos cosas, lloré y Ana, hermana de Andrea me abrazó. El momento fue conmovedor y personalmente muy fuerte, fue toda una analogía de lo difícil que puede ser la vida, hay quienes tienen una vida como el camino del volcán, pura cuesta, y no todas tienen el apoyo que se necesita para llegar a la cumbre. Las niñas de La Alianza han vivido cosas que no se comparan con un millón de subidas al volcán, niñas que a los doce años por no dejarse violar por un pariente les han quemado las manos en un comal y finalmente igual abusaron de ellas, niñas embarazadas a los diez años... ninguna cuesta se compara con la suya.
Entre tantas cosas que me pasaron este año, ésta ocupa un lugar especial, fue la guinda del pastel de este año, me enseñó mucho, me hizo valorar muchas cosas que ya valoraba pero ahora lo hago aún más, me puso en contacto junto a nuestra bebé con niñas maravillosas que no tuvieron las oportunidades que nosotras tenemos y ahora que estamos cerca podemos contribuir para que sus vidas sean mejores y contribuir también a reparar el daño que les han hecho. Pase lo que nos pase, tengamos los problemas que podamos tener, jamás nuestra situación será como la de ellas, somos privilegiadas y eso nos hace tener la obligación de devolver y compartir los privilegios que tenemos con los demás, es obligación de cada uno, en la medida de nuestras posibilidades ayudar al que tiene menos, nunca dejar a los que tienen menos atrás.
Gracias Funsepa, Andrea y La Alianza por el regalo de haberlos conocido y haber sido parte de esta obra tan humana llena de tanto amor. Muchas gracias!!!! Felices fiestas, feliz Navidad y muchas bendiciones para el próximo año!