Cuando nació nuestra bebé algo cambió ¡por supuesto!, pero referente a mi cuidado personal surgió una necesidad de cuidarme mucho más, por mi y por mi familia, aunque el desvelo fue muy poco o casi nulo, la rutina en sí es más exigente, cuidar y criar a un bebé requiere mucha energía y muchos días son verdaderamente agotadores, criar un bebé es más agotador que trabajar para una empresa no importando si se tiene a cargo un personal de cinco, diez, veinte o más personas, un bebé le supera!
Empecé a percibir signos de cansancio en mi cara que antes no tenía, sobre todo cuando con el embarazo toooodo se había puesto mejor! la piel radiante, el pelo espectacular, me sentía poderosa. Durante las 41 semanas de embarazo me sentí cual diosa del Olimpo y de pronto tuve a nuestra bebé y todo se me deshidrató, se me cayó, se me hinchó o todas las anteriores… y luego que a los cuatro meses tuvieron que quitarme el útero, a los achaques anteriores se le unió la ganancia de peso, en fin, a pesar de sentirme la mujer más feliz y dichosa del universo, no me sentía precisamente la más bella.
Comencé una rutina de cuidado de piel y pelo más intensa y disciplinada, si siempre me había cuidado la piel, me la empecé a cuidar doblemente y con más disciplina. Teniendo a mi alcance, afortunadamente, los mejores productos para la piel, éstos empezaron a hacer efecto y la salud volvió a mi piel pero a pesar de ello necesitaba un paso extra, necesitaba reflejar mi interior en mi exterior porque a veces sentía que por dentro estaba bien, me sentía feliz, dichosa, completa y mi reflejo exterior no expresaba lo mismo, a veces me miraba en el espejo y me veía cansada, la cara lavada dejó de ser algo con lo que me sentía cómoda, sentí que necesitaba una ayudadita del maquillaje, y no me refiero a estar maquillada toda contouriada cual Kardashian porque esa tampoco soy yo y tampoco me interesa serlo, era simplemente una pequeña ayuda que me llevara a donde la cara lavada ya no me permitía llegar. Además me corté el pelo porque a pesar que se me cayó un poco después de dar a luz y no fue tanto como para necesitar cortarlo, fue la necesidad de salir del look de chongo todo el día que no me hacía sentir bien, porque la bebé me lo jalaba tanto, que para que no me lo agarrara me lo recogía. Pero cuál era el chiste de tenerlo lindo largo si siempre lo iba a tener hecho un chongo feo, mejor me lo corté y problema solucionado.