Hace una semana quise escribir acerca del racismo y la revolución desatada por el asesinato de George Floyd en Minneapolis, pero no sabía aún como encarar el tema, le di tantas vueltas entre tanto que hay y que debe decirse… tantas vueltas le di que llegó el sábado… otro asesinato lleno de odio, ignorancia y resentimiento; mataron a Domingo Choc.
Hace unos 35 años, yo era muy chiquita, y conocimos con mi mamá (gracias a una tía) a Don Agustín Estrada Monroy. Uno de los más importantes historiadores de Guatemala, y me atrevo a decir, del mundo. Se especializó en la cultura Maya, fue antropólogo, paleógrafo, reconstructor de documentos antiguos y códices prehispánicos. Y entre sus logros más destacados se encuentra la publicación de la edición Príncipe del Popol Vuh.
Fue reconocido como Caballero de la Orden de Santiago, Venerable Anciano Najteril Atin MayaQ’uechí Guardián de los Tesoros del Habla Antigua, Guardián Conservador de Asuntos Indígenas Pocomames, entre muchos homenajes y otros reconocimientos.
El conocerlo hizo que mi prima y años después mi hermano, no perdieran la vista. Mi prima que era una niña en aquel entonces, había sido desahuciada en el Bascom Palmer, el hospital de ojos número uno en Estados Unidos, sufría de herpes en los ojos, no había cura y era cuestión de esperar que conforme los años perdiera la vista. Mi hermano cuando era muy chiquito, tenía unos cinco años más o menos, desarrolló una conjuntivitis alérgica que no tenía explicación ni cura, los ojos los mantenía muy enrojecidos y la molestia era horrible, le dolían al abrirlos y también al cerrarlos, era como que le hubiera caído picante en los ojos… todos los días.
Don Agustín era experto en medicina natural, muchísimo de lo que sabía lo había aprendido de los Tatas y recuerdo muy bien que mi mamá desesperada por lograr que mi hermanito mejorara y cansada de llevarlo a muchos oculistas y no obtener resultados positivos, sabiendo que él había curado a mi prima, lo buscó hasta encontrarlo nuevamente y fue con la mezcla de unas hierbas y el agua de unos frijoles que había que dejar reposar en el sereno, que mi hermano se curó por completo. El último oculista con el que llevaron a mi hermano les había dicho que nada se podía hacer y que la medicina que usaba para “calmar el malestar” ya no la podía usar más porque sus ojos ya no aguantaban y que finalmente en lugar de hacer bien, terminaría dañando sus ojos. Don Agustín y su conocimiento sabio de la naturaleza curaron a mi hermano.
Veinte años después conocí a Jorge, de quién me enamoré y ahora es mi esposo, el papá de nuestra hija y por “esos misterios de la vida” sin saberlo al principio cuando lo conocí, es el nieto de Don Agustín Estrada Monroy.
Toda esa historia cual novela es para contarles de mi fe y la de mi familia, sobre todo mi mamá, en las bendiciones de la tierra y la naturaleza, es en la tierra donde seguramente se encuentra la cura a todos los males. Y la tierra y todo lo que hay en ella es obra de Dios, por lo que ser creyente en Dios, debería de suponer creer también en su creación.
Cuando vimos el sábado temprano la noticia de Domingo Choc y luego leímos qué había pasado, yo no quise ver los videos, y ver que la razón de semejante estupidez era el hecho que fuera sacerdote Maya especializado en medicina natural, no pude dejar de pensar en Don Agustín, y recordar que gracias a ese conocimiento ancestral de la naturaleza y la vida, mi hermano el día de hoy puede ver y ve con unos ojos que además son hermosos, unos ojos color chocolate enmarcados por las cejas y las pestañas más hermosas que haya visto en mi vida. Y además de todo eso, es el bisabuelo de nuestra hija… se me partió el corazón.
En el mundo abunda la idiotez, la ignorancia y el odio… y eso mató a Domingo Choc y su gran sabiduría, una que ya no es normal, que es escasa y única... y en lugar de valorarla y cuidarla como la joya en peligro de extinción que es, acabaron con ella.
Las razones de la muerte de George Floyd y de Domingo Choc son las mismas, el odio y la ignorancia. Para ambos debemos pedir justicia, no quedarnos callados y exigir que los culpables paguen por sus delitos, pero más allá de ello, con lo que tenemos en nuestras manos y a nuestro alrededor podemos hacer impacto y cambiar nuestro mundo que contribuye directamente al cambio de el mundo entero.
Como mamás y papás nuestro mayor impacto al mundo lo tenemos en nuestros hijos, es haciendo de nuestros hijos seres humanos verdaderamente humanos es que lograremos cambiar para bien la siguiente generación: Es vital y fundamental criar niñas y niños anti odio y anti racismo, es nuestro trabajo y nuestra responsabilidad ante el mundo.
Con pequeñas acciones podemos hacer gran impacto en el mundo:
1. Hablar y hacer ver el error cuando una persona, ya sea familiar, amigo o cualquier persona en general, hace un comentario racista o de estereotipos aunque “parezca una pequeña broma” o sea un comentario “sin intención de ofender”.
2. Enseñarles a nuestros hijos a celebrar las diferencias físicas, que son un hecho y ellos pueden verlas con sus propios ojos, pero que lo que pueden ver sirva para valorarlas. Enseñarles que las personas venimos al mundo de diferentes colores, tamaños y formas, y que todos somos bellos e importantes, nadie es más que otro por el color de la piel o la forma de su cuerpo.
3. Enseñarles a nuestros hijos la belleza de las diferencias a través de los libros que les leemos y los libros que leen (cuando ya pueden hacerlo), que los libros que lean reflejen diversidad. Las caricaturas, programas de televisión y los juguetes también son una gran herramienta, si nuestros hijos solamente tienen juguetes blancos de pelo rubio, estamos cometiendo un error, es importante que su mundo sea diverso y eso incluye sus juguetes. Carmela desde chiquita tiene dos muñecas mayas y juega con que ellas son sus bebés, nadie le ha dicho lo contrario, ella dice que son sus bebés y son sus bebés.
4. Reconocer nuestros privilegios y nuestros prejuicios, todos los tenemos pero solo reconociéndolos podremos trabajar en ellos y corregir nuestra manera de ver el mundo.
5. Tener un mundo diverso, si solamente estamos rodeados de personas iguales a nosotros… trabajemos tanto nosotros como nuestros hijos, a convivir con personas diversas: de diferentes colores, religiones, nacionalidades… podemos tener muchos intereses en común con personas que a primera vista parecieran ser opuestas a nosotros.
6. Conocer las historias y experiencias de personas afro-descendientes, indígenas, de personas hayan sufrido persecución, el conocer su historia nos enseña a no cometer los mismos errores que se han cometido a lo largo de la historia.
7. Aprender de la historia del mundo, informarse bien e investigar. La ignorancia es uno de los grandes motores del odio y la discriminación. Todos tenemos el deber de aprender para cambiar el mundo y hacerlo un lugar mejor. Aprender de la historia de los demás y de nuestra historia, de dónde venimos, puede ser una gran sorpresa darnos cuenta que finalmente venimos del mismo lugar de donde viene quien parece diferente. Si conocemos y amamos nuestras raíces nos damos cuenta que todos somos parte del mismo árbol.
8. Saquemos de nuestro vocabulario palabras como “indito, negrito, prieto, hueco…” expresiones como “trabajar como negro, la Marí y el Pegre, el niño y la niñita…”. Si nosotros no las decimos, seguramente nuestros hijos tampoco las dirán. Ojo cuando nos referimos a colores de piel como “color piel” cuando del color que hablamos es el “beige”, el beige no es, ni debería ser un estándar del color de la piel, o términos como “moreno o morena clara” como si por ser “claro” es mejor que “moreno”, por lo que “moreno oscuro” entonces fuera peor… los colores de piel no deberían ser rankeados en una pirámide de “mejor a peor”. Nadie es mejor por ser más claro y nadie es peor por ser más oscuro. Ya bastante sufrimiento ha causado ese pinche concepto durante tantísimo tiempo.
9. Enseñarles a nuestros hijos. El ejemplo es la herramienta más importante y convincente. Enseñarles que no deben hacer lo que no quisieran que les hicieran. Respetar la naturaleza, respetar al mundo, respetar a los demás, que como decía Benito Juárez “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
10. Y ante la injusticia, aprender a no quedarnos callados.