El mes pasado nuestra bebé de un año y ocho meses, después de ser una bebé que dormía toda la noche desde los dos meses, y en su propio dormitorio (en su cuna) desde los cinco, empezó a despertarse desesperada como si algo la aterrorizara. No quería estar en su cuna, se despertaba diciendo: “no! no! no!”, quería dormir con nosotros en nuestra cama, lo cual fue incómodo porque, si bien nos gusta y disfrutamos que cada quien tenga su espacio, nuestra bebé se apoderaba de nuestra cama y no podíamos dormir muy bien, sobre todo Jorge quien se desveló yéndola a traer a su cuarto, tratándola de calmar y quien perdía más espacio en nuestra cama… una vez hasta se quedaron dormidos una madrugada en la alfombra de la sala.
Fueron dos semanas y media en las que lo intentamos casi todo y nada nos dio resultado, nos hablaban y leíamos a cerca de los terrores nocturnos y de la regresión del sueño y todo pintaba mal hasta que una noche Jorge escuchó un golpe en su cuna y por supuesto la bebé se despertó aterrorizada como en los últimos días… el problema real era que no cabía más en su cuna, a pesar de no ser pequeña y hasta era convertible divina… en fin, afortunadamente no era regresión, y el terror era que se somataba y por eso se despertaba de esa manera.
La solución fue cambiarla de cuna a cama imprerial o twin al estilo Montessori, que es una cama al nivel del suelo, lo que respeta la escala de la niña o niño permitiéndole levantarse y acostarse, teníendo así autonomía del sueño.
En cuanto llegó el colchón, Jorge guardó la cuna y yo se lo arreglé a modo de cama (mientras me tomo el tiempo de diseñar la cama en sí, por el momento su cama es el colchón sobre mats de foam de Bebé Juguetón), le hicimos la fiesta y la bulla de ”¡WOW que camita tan bella! ¡que camita tan cómoda!” nos acostamos Jorge y yo de uno en uno, la felicitamos por su nueva cama hermosa, la invitamos a acostarse y cuando Jorge y yo nos acostamos los dos juntos, ella quiso ya unirse y en un dos por tres hasta decía “camita”, jugamos con ella allí en su cuarto, cosa que generalmente no hacíamos antes, porque el lugar donde jugaba era el playground que le tenemos armado en la sala, y así su cuarto con su camita se volvió su lugar favorito. Vino mi mamá a casa y luego vino mi hermano y ella misma los llevó a su cuarto a enseñarles su nuevo santuario personal.
La transición fue relativamente fácil, y digo relativamente porque ya se había acostumbrado a dormir acompañada, entonces algunas noches se despertó y nos llamaba, pero lo bueno es que en lugar de querer ir a nuestra cama, quería que su papá o yo, fuéramos a dormir a la suya. A Jorge le tocó dormir con ella un par de noches hasta que se acostumbró a dormir de nuevo sola. Algo que nos sirvió para que se relajara durante esa transición fue darle infusión de lavanda para ayudarla a relajarse y funcionó de maravilla.
En su cuarto tuvimos que hacer algunas modificaciones del espacio, guardar cosas que por ahora estar a su alcance, podían ser un tanto peligrosas, quitamos los cuadros de la pared donde ahora está colocada su cama, colocamos protectores en todos los toma corrientes, conseguimos un organizador más grande para mantener el cuarto ordenado de una mejor manera, instalamos una baranda afuera de la puerta de su cuarto, para que a pesar que pueda abrir la puerta no pueda salir al resto de la casa, todo lo compramos en Bebé Juguetón. Pusimos a su alcance juguetes y libros para que juegue y si se despierta en la noche poder entretenerse hasta volver a conciliar el sueño, ya nos pasó, una noche por el monitor Jorge vio que estaba sentadita en su cama jugando tranquila y luego se volvió a dormir.
Reforzarle el hecho que ese es su espacio mediante la afirmación y felicitaciones por su cama nueva, le dio la seguridad necesaria para que ahora disfrute su cuarto plenamente y le encante dormir en su camita, como ella misma la llama. Ya lleva tres semanas de dormir plácidamente en ella, la calma volvió a nuestras vidas y estamos felices de haber encontrado la razón y la solución a las noches de insomnio forzado.