Si piensan que mi vida es perfecta, no se equivocan. Aunque que por supuesto quisiera tener la inteligencia de Albert Einstein, el dinero de Bill Gates, el cuerpo de Gisele Bündchen, la agilidad de Nadia Comaneci en plenos Juegos Olímpicos del 76, el encanto de Beyonce, la voz de Maria Callas y una lista interminable de cosas que este cuerpecito desea… tengo un cuerpo, que no es el de la Bündchen, pero vaya que me sirve y con eso me refiero a que poseo todas las funciones que un cuerpo puede tener, puedo moverme, puedo caminar y valerme por mi misma; un techo donde dormir cómodamente, una regadera donde puedo bañarme a diario con agua caliente o fría si esa es mi elección, tres comidas (a veces cuatro) fijas a diario, tengo un trabajo y tengo un gran amor, y eso vale para que tenga una vida “perfecta”, a pesar de las muchas cualidades, virtudes y cosas que pueda desear y que algunas están a mi alcance y otras siendo realistas jamás en la vida tendré.
Érase una vez… no me sentí ni pensé así, a pesar que siempre he sido una persona feliz “a pesar de las contrariedades” como suele decir mi mamá. Nunca “no tener algo” me hizo menos feliz, siempre había sabido valorar las bendiciones que había tenido peeeeero el día me llegó y lo perdí todo, perdí la fé, mi “amistad con Dios”, mi familia, las ganas, la esperanza y desee morirme, de hecho planeé morirme, o en buen español me quise matar. Y no es algo que sólo me haya pasado a mí, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), 65,000 personas se quitan la vida cada año en América. Cada siete horas una persona se quita la vida y más de 800,000 mueren al año en el mundo por esta causa. O sea que, no, no sólo me pasó a mí, es más común de lo que creen… creemos.
En mi caso fue una mala persona a la cual le di toda mi confianza y mi amor, vivimos juntos por casi cinco años y desde el día uno esa persona me engañó con otra, yo lo supe cuatro años después. Sin querer y sin darme cuenta esa persona me bloqueaba la energía y me enfermaba, vivía con un dolor horrible de espalda, perdí mi trabajo… todo me fue mal… y me quise morir.
Me deprimí, tomaba demasiado, salía de parranda muchas noches seguidas, luego en varios días no salía de mi cama y dormía todo el día, cuando no dormía pensaba en eso todo el tiempo… pero no encontré la manera, no quería hacerlo de forma grotesca como pegarme un tiro y deshacerme la cara, no quería hacerlo tan público como para tirarme de un puente ni quería hacerlo de alguna manera que mi familia sufriera más como ahorcarme y que luego mi mamá me viera muy mal, quería hacerlo sutilmente, hacerlo parecer que había muerto dormida y la solución eran pastillas pero me daba miedo no lograrlo y quedar peor, al final decidí no hacerlo y le pedía todas las noches a Dios que me evitara la molestia y que mejor me llevara Él… no sucedió, amanecía y yo también amanecía, entonces decidí quedarme.
El 31 de diciembre del 2012, decidí terminar para siempre con esa persona, lo llamé y le dije que no lo quería volver a ver, por supuesto el mal hombre volvió con todo y una propuesta de matrimonio. Sin comentarios.
El dolor de espalda desapareció, veintiséis días después encontré al amor de mi vida, cuarenta y seis días después tenía trabajo… la dicha estaba a la vuelta de la esquina, que bueno que decidí quedarme. Estoy muy agradecida con Dios que no quiso “hacerme caso”, no cabe duda que Él sabe más. ¡Gracias Dios! Quedarme fue la mejor decisión de mi vida.