PANTONEMAGENTA

Cuarentena: +150 días después

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El lunes cumplimos 150 días de cuarentena, lo he dicho mil veces pero es que aún no dejo de asombrarme… nunca había estado taaaaanto tiempo de corrido en casa. Esta etapa de la vida, ha tratado de readecuarse, reajustarse, reaprender…

Para mí al inicio fue un duelo.  Al principio la negación, había recién hablado con una amiga que vive en Milán, que estaba viviendo la gran ola del Covid y ella me decía inteligentemente que aunque el gobierno en Guatemala aún no parecía preparado, debíamos ir pensando en iniciar un distanciamiento físico desde ya porque llegaría pronto lo inminente, justamente hablamos el viernes 13 de marzo, habíamos ido a almorzar mi mamá, Carmela bebé y yo y decidimos ir de una vez al supermercado a comprar lo que necesitábamos para guardarnos en casa y quedarnos allí a partir del día siguiente sábado 14. El domingo 15 habló el presidente y ya lo demás es historia. 

Habíamos puesto “nuestro plan” en marcha y aunque habíamos empezado a actuar, no podía creerlo, solamente pensaba “no, no puede ser, seguro aquí no llega tan rápido” (aunque hacía dos semanas había estado en México, allí ya había llegado y al regreso si me asusté un poco y preferí usar mascarilla) igualmente pensaba que no era posible. Pensaba que no iba a ser taaaaan largo este período. Me negaba a aceptar lo que venía.

Cuando esa primera semana todo empezó a cambiar y la gente empezó a quedarse en su casa, me di cuenta que era un hecho. Empecé a hablar con diferentes personas y empresas con las que trabajo para ver qué íbamos a hacer… allí fue cuando me pegó el cuentazo. Me dio mucha tristeza y me enojé. Fue un golpe de frustración por los proyectos que en un abrir y cerrar de ojos se cancelaban, frustración y ansiedad por los que se aplazaban y los que nunca más sabremos de ellos. Hacía números con las facturas y pagos que quedaban congelados, tachando los que no llegarían a realizarse y yo contaba con esos pagos, solo veía los signitos de dólar poniéndose borrosos hasta desaparecer, tenía proyectos ma-ra-vi-llo-sos y solamente los veía subirse e irse en un barquito leeeeeeeeeeeeeeeejos, y el barquito era el Tinanic… y se hundió. Pensaba que los planes en sí eran espectaculares y además me iban a pagar y ahora ni uno ni otro. Me puse muy enojada y luego muy triste.

Sabiendo que habían cosas que se habían perdido para siempre, y que todos estábamos en la misma situación y muchos peor, empecé a luchar por ser positiva. Ser positivo es un ejercicio que debe practicarse, y aunque por supuesto es sano y necesario el permitirse estar triste, hay que dejar que la tristeza fluya pero también hay que buscar reponerse, si no lo hacía, sentía que me venía abajo y una vez sumida en el dolor no me iba a poder levantar. Es una lucha de poderes entre la tristeza y el tratar de estar mejor.

Tratando por sobreponerme y de verle el lado positivo a la situación, dándome cuenta que mi familia tenía salud, que estábamos bien, que podía estar peor, que estamos juntos, que nos amamos… un día no logré ganarle a la cosa y boom! Me pegó. Había pasado mayo y junio, dos meses muy importantes para mi: día de la madre, mi cumpleaños, el cumpleaños de Carmela bebé, el día del padre… muchas emociones juntas en un tiempo prolongado, muchas endorfinas juntas… luego esa etapa maravillosa terminó y vino el bajón. No tuve muchas ganas de nada, solo me sentía triste porque nunca nada me había parado e impedido hacer lo que quisiera y luchar por lo que deseo. Veía que lo tenía todo teniendo a nuestra hija y a Jorge conmigo, a mi mamá y a mi hermano cada quien en su casa bien con salud; teniendo techo, comida y hasta gustos… fue un fin de semana, afortunadamente fueron solamente dos días, pero fueron dos días donde me sentí realmente triste, muy triste sin ganas de nada.

Decidí empezar a hacer planes, ¡amo hacer planes! planes a largo plazo, una especie de juego con Jorge, nos preguntábamos a dónde iríamos al “terminar esto”, por supuesto todo idealizado y sabiendo que no era una realidad, nos poníamos a ver hoteles, boletos de avión… así como cuando (no se si lo han hecho) uno se mete a la página de una marca que le gusta a uno y empieza a meter cosas al shopping cart sin importar cuánto cuesta porque finalmente no lo voy comprar sino solamente es un entretenimiento; pues así mismo empezamos a hacer con viajes y lugares hermosos que nos gustaría visitar… ese ejercicio me empezó a hacer ilusión.

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Siempre me quejo de mi cocina porque es muy pequeña, y ahora que he cocinado más, me quejo más de la cocinita… empezamos a hacer lo mismo con la casa ideal imaginaria y fue otro ejercicio que me dio mucha ilusión… y así empezamos a hacer planes y continué ilusionándome con planes que podían volverse realidad… soñar despierta siempre me ha hecho mucha ilusión y es algo que me motiva más que nunca.

Tengo la graaaAAAAAAn fortuna y bendición de tener un compañero extraordinario, le empecé a hablar más de las cosas que siento, de mis miedos, de lo que me hacía sentir triste y hablar de esas cosas profundas que uno no habla todos los días me ayudó a sentirme mejor.

Empecé como sabiamente los AA hacen, a diferenciar lo que puedo cambiar de lo que no puedo cambiar y me empecé a enfocar en lo que si está en mis manos cambiar, afortunadamente siempre he tenido qué hacer, me he mantenido ocupada, y aunque muchas cosas son del día a día y consumen bastante tiempo, he tratado de enfocarme y planear proyectos que me interesan y me hacen más feliz. También aprendí a aceptar ir más despacio, no tengo que hacer siempre todo y correr… me ha gustado dejar de correr. Empecé a hacer cosas de cuidado personal que me hacen feliz, siempre con todas las medidas, pero el “simple” hecho de ir a hacerme un pedicure después de meses fue algo que me revivió.

Al sentirme más estable y lograr mantener equilibrio entre lo malo y lo bueno, me ha hecho enfocarme y ser más objetiva, darme cuenta que también hay cosas de esta etapa que me gustan y que si hubiera una vacuna o solución a esta pandemia tampoco me gustaría volver exactamente a nuestra vida anterior. Quisiera dejar de correr tanto como antes, vivir un poco más despacio no me disgusta del todo, ya antes que esto pasara había empezado a elegir mejor mis compromisos, si volviera a mi “vida anterior” ya no me gustaría correr tantísimo. Andar corriendo tampoco debería de normalizarse y tampoco es tan bueno. Seguiría usando el Zoom para muchas de mis reuniones, finalmente muchos aprendieron que muchas reuniones se pueden gestionar con un mail y muchas de las reuniones que necesitan llevarse a cabo pueden hacerse a distancia. Quisiera seguir almorzando con Jorge, quien por su trabajo y yo por el mío nunca lográbamos almorzar juntos. Y Carmela bebé ama que su papá llegue más temprano a casa por el horario laboral que se redujo.

Algunas cosas que me han servido:

Desconectar el teléfono desde las 9pm. hasta las 9 am. y mientras estoy en clases del colegio de Carmela bebé no contesto tampoco.

No ver tantas noticias.

Hacer lo que me hace sentir bien.

Tomar mucha agua.

Escribir.

Enfocarme en proyectos que me interesan aunque no vayan a ser una realidad ahora mismo.

Usar un guarda dental para dormir.

Tomarme una pausa y rezar.

Agradecer lo bueno.

Tratar de respirar aire fresco lo más posible.

Pagué mis tarjetas de crédito y las rompí… ahora a puro débito y si no me alcanza, no me lo compro… se acabó el “si no me alcanza, después lo pago”.

Mantenerme activa lo más posible, aceptar que no puedo hacer ejercicio como lo hacía antes y no sentir presión por mis expectativas.

Cuando me estreso o me enojo, hacerlo, pero tratar de componerme lo antes posible.

Hacer planes imaginarios. Soñar.

Empecé finalmente a ordenar profundamente mi casa. Empecé a sacar cosas para donar, vender, regalar… tengo un cuarto que es closet y una bodega llenos de cosas que con la mano en la conciencia no uso y es posible que no usaré. Como diría Elsa de Frozen “let it go”.

Gozar el hoy, como siempre lo he hecho, pero ahora aún más. Valorar cada instante con la gente que amo y siempre siempre siempre, agradecer.

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