PANTONEMAGENTA

Consejos para facilitar el habla en los bebés y niños pequeños

DEF10280-0E94-494D-8761-C89DBA4EE21F.JPG

A los nueve meses, Carmela, nuestra hija que ahora tiene cuatro años y tres meses, balbuceaba y decía palabras como “mama” (que fue su primera palabra oh yeah!), “papa”, “no” y una que otra monosílaba… nunca se me va a olvidar el día que gateando, tomó el cable de mi computadora y lo quiso morder, le dije (sabiendo que no corría peligro porque no estaba conectado a la corriente) ¿qué estás haciendo? Y me respondió: “nada”, al borde del desmayo tomé mi celular y me puse a grabarla y le volví a preguntar lo mismo y volvió a responderme “nada”… se lo volví a preguntar y me volvió a responder cual adolescente rodando los ojos (me la imagino pensando “¡por Dios! ya se lo dije a mi mamá tres veces, ¡tres veces!, qué le pasa que no entiende”) y pausando sílabas “na – da”… morí.

Y desde entonces, desde muy chiquita, al año y pico, es una niña que puede tener una conversación larga y tendida con cualquier persona, acerca de prácticamente cualquier tema, que si no lo domina, o bien, no tiene idea del tema, se convierte en Oprah o Barbara Walters y realiza la más meticulosa e interesante entrevista y que además da su opinión de lo que ha aprendido durante la conversación.

 

Habla como adulto y utiliza términos como “mi hipótesis sería tal…”, “ese (tal cosa) se camufla con (tal otro)”, etc… muchas veces, todos los días, habla y me sorprende. Al parecer no soy la única y es un tema recurrente en mi inbox, cómo le hice/hicimos para que Carmela hablara tan bien a tan corta edad. Hoy les comparto algunas cosas que hice e hicimos, de manera muy natural y que ha hecho que el lenguaje de Carmela no sea solamente claro, sino rico.

1.     Le hablé desde que supe que existía. Yo soy una persona que habla mucho, hablo sola, hablo con los demás y nuestra bebé no fue la excepción. Le hablaba todo el día, era como mi amiga imaginaria que no lo era, porque efectivamente existía. Era como la voz en off de una película explicando lo que pasaba en la escena, todos los días, todo el día le hablaba, al principio parecía loca, porque de verdad parecía que me hablaba a mí misma, pero cuando me salió la panza, era evidente que el monólogo era con mi bebé.

2.     Nació y le hablé todo el día, todos los días.  Eso de que “no entienden porque son bebés”, no es cierto… ¡lo entienden todo! Lo que pasa es que el monólogo es una realidad porque no pueden aún responder a manera de conversación porque no pueden… aún. Pero espérense a que puedan conversar.

3.     Nunca le hablamos como bebé, siempre fue una igual en la conversación. Yo soy de lo más cursi, pero jamás le hablé balbuceando como bebé, tal vez le hablaba más bajo y con un tono más dulce (yo tiendo a hablar muy recio) pero aparte de eso, le hablé desde siempre como una igual, como una amiga, tal vez una amiga extranjera la cual no hablaba bien español y de entrada le explicaba las palabras, pero como a un adulto.

4.     Explicarle todo. Lo que son las cosas, lo que significan las palabras correctas para hablar de algo, yo AMO LAS PALABRAS y lo que las palabras significan. El idioma español es un idioma bello con palabras exquisitas, se lo expliqué y le hablé de ello desde el día uno… y continúo.

5.     Desde que era yo pequeña, tuve la fortuna de tener una maestra espectacular, Maria Isabel Arroyave, sus clases de música durante toda mi etapa escolar impactaron mi vida, ella me enseñó todo lo que de música se, la dicción, la gesticulación, la entonación, la afinación, la intención, la expresión… y todo eso afecta la manera en la que hablo y me expreso. Siempre intenté hablarle a Carmela cuidando y poniendo especial atención en todo lo que anteriormente menciono. Una palabra no es sólo una palabra, es lo que se dice y cómo se dice. Y la música por supuesto, es algo vital que le he inculcado a Carmela desde que existe.

6.     El ejemplo es el mejor método y si somos claros al hablar es más probable que nuestros hijos hablen claramente. La manera en la que hablamos los papás impacta a nuestros hijos.

7.     Tiene mucho que ver con el punto anterior pero seré más específica: la persona que se encarga del cuidado diario de nuestros hijos, es posiblemente la persona que más influya en todo acerca de nuestros hijos, y el lenguaje es parte de ello. Entre más letrada sea la persona que tiene a cargo el cuidado diario y la mayor parte del día a día, más rico, claro, preciso, etc será el lenguaje de la niña o niño. Y por supuesto antes que hablar bien, lo más importante es que una criatura sea amada; mejor una niña o niño inteligente emocionalmente que académicamente, pero si se puede ser ambos es maravilloso.

8.     Corregir las veces que sea necesario. Si nosotros estuviéramos aprendiendo un idioma, qué mejor que nuestros maestros nos enseñen bien y corrijan nuestra mala pronunciación. Lo mismo pasa con los niños, están aprendiendo un idioma, que aunque sea el materno, igual es aprender un idioma; es necesario enseñarles bien y no porque son niños dejarles pasar los errores, que no es de vida o muerte, pero entre más rápido se corrigen esos errores, más fácil es.

9.     No esperar a que entren al colegio para aprender a hablar bien. El primer colegio es la casa y enseñarles es responsabilidad primordial de los padres en casa.

10.  Platicar y leer mucho. Platicar, pero realmente conversar a modo de partido de tennis donde le tiro la pelota a Carmela y espero que me la devuleva, porque la época de monólogo terminó hace muuucho, conversar para enseñar, para conocer también a nuestros hijos y que formen una opinión y un criterio personal. Y leer para enriquecer su cerebro y su lenguaje.

 

Y como siempre digo, cada una de las niñas y niños tienen su tiempo y su ritmo, Einstein habló claramente hasta los seis años, y ¡es Einstein!, pero como buenos acompañantes, pastores y joyeros que pulimos a nuestras hijas e hijos, busquemos ayuda cuando la necesitamos, que la terapia a tiempo puede hacer la diferencia.

 

Y sobre todo, disfrutemos el camino, que esos cafecitos con nuestros hijos en los que podemos platicar por horas son una de las más grandes delicias de la vida.