París siempre ha sido ese amor que me llamaba pero que no se daba, dos veces se frustraron los planes de venir y la tercera fue la vencida, en ese viaje de luna de miel como muchos saben, Jorge me pidió que me casara legalmente con él en la cima de la Torre Eiffel y por supuesto le dije que sí, una señora me dijo "¡ay como en los cuentos!" y yo le dije "sí, como en los cuentos"; desde ese viaje, este lugar se volvió parte importante de mi vida y de mi historia. Tantas cosas que aquí me hacen tan feliz, el "Savoir Vivre", la comida, el champagne, el arte, el diseño, el amor, la vida... como diría el narrador de Amelie "Amelie se siente de pronto en total armonía consigo misma. Ahora todo es perfecto: la suavidad de la luz, ese perfume en el aire, el rumor de la ciudad. Inspira y la vida le parece tan simple tan limpia, que un vivo deseo de ayudar a la humanidad se apodera de ella." Y es que la ciudad es mágica y exquisita, todo es bello, a donde vaya, a donde voltee, todo es hermoso. Los edificios con balcones art nouveau deliciosos, dragones en el dintel de puertas, los pisos con diseños y patrones, tocadores de puertas de medusa, leones... todo refleja amor por los detalles.
El año pasado que estuvimos aquí le dije a Jorge, que quisiera venir todos los años y aquí estoy, al menos con este año, el deseo se cumplió.
La última vez que viajé sola fue hace diez años, en diciembre del 2006 viaje a España, fue un viaje que supuestamente haría con un novio que terminó conmigo antes del viaje (una larga historia) y con pasajes en mano a Madrid y París decidí ir a Madrid con unos amigos y el boleto de París se fue a la basura (esa fue una de las dos veces que no convenía venir) y fui unos días sola a Bilbao. Fue un muy buen viaje... hacer un viaje consigo mismo como compañía es una de las cosas que a todos les recomiendo hacer al menos una vez en la vida. Diez años después todo es diferente, entre otras cosas, ahora me doy cuenta a los peligros que por joven y un poco estúpida me expuse... pero ser joven me daba un poco el derecho y como estoy viva, todo estuvo bien.
Este viaje es diferente, no son vacaciones, es de trabajo y me encanta, porque vivir en un lugar por poco tiempo que sea (tres semanas) permite vivir la ciudad de manera diferente. Para empezar, tengo un horario de trabajo de entre siete y diez horas al día, entre semana voy a los lugares yendo de paso, no como destino de una visita, convivo con locales, vivo en un lugar que no es comercial ni turístico, sino que vengo y voy con toda la gente que diariamente, como yo, vamos a trabajar... y sí, soy de esas personas que del cansancio de la jornada a veces cabecean en el metro. Al principio no fue fácil, no es como cuando se va de vacaciones, que si el jetlag pega se descansa un poco y se sigue la marcha, yo con sueño, con jetlag o cualquier cosa, debo ir a trabajar. Me ha tocado madrugar a recepción de mercadería y apertura de tienda, he tenido que levantarme a las 5am. cosa que de vacaciones jamás sucedería... esto es la vida real... trabajar y comer rico aunque durante la jornada de trabajo lo que como es un sandwich rápidamente y por supuesto que también disfruto, ¿quién no disfrutaría? el simple hecho de estar aquí es gozo.
Y sobre todo, lo más difícil... yo no hablo francés y la barrera del idioma es un gran obstáculo, cada vez que me cuesta o me frustro por no poder comunicarme bien, pienso en mi adorada Julia Child, la imagino exactamente en la misma posición y todo es mejor. Después de tres días ya me daba a entender un poco más, en la parte del entrenamiento que estoy ahora me toca atender a clientes que no hablan mucho o nada de español o inglés, pero allí voy, tratando con lo poco que sé decir, aprendiendo más vocabulario y desarrollando una habilidad de "mímica" de campeonato.
En tres días había caminado 64,000 pasos, caminar aquí es maravilloso. Otra cosa de muerte lenta es la comida, y a mí que me fascina, ¡me vuelvo loca! todo es exquisito, aquí todo sabe mejor y no en balde es una de las cocinas más exquisitas de la historia y del mundo. La repostería, el pan, la carne... todo es magnífico... el chocolate, los macarons, los croques, el pato, las tartaletas, las frambuesas, el caramelo...
Algo que es diferente ahora, es la presencia de militares y policía (evidentemente más que de costumbre). Se que lo hacen debido a los ataques terroristas, por supuesto, pero creo que hacen que exista un sentimiento de peligro y estrés, cosa que no es para nada francesa. En todos los monumentos hay seguridad reforzada y en la calle es común el patrullaje de militares en pequeños grupos... nada es igual desde noviembre del año pasado.
El domingo, día que cumplí una semana de estar aquí, tuve el día libre y decidí ir a Montmartre que me encanta, ir a comer al Café Deux Moulins, donde grabaron la película Amelie es uno de mis delirios... entro y al mismo tiempo sonaba la "chica de Ipanema" en bossa, casi caigo muerta de la magia... volteo y el lugar donde nos sentamos con Jorge, estaba clausurado por trabajos de remodelación, cosa que fue muy significativa... estar lejos de mi casa, esta vez es diferente, por primera vez extraño mi vida en Guatemala, por primera vez hay algo (alguien) que de alguna manera hace que un lacito una mi corazón al suyo y por primera vez me hace extrañar.