Teresa Fernández mi abuela, mamá de mi mamá, fue una mujer que desgraciadamente no estuvo con nosotros tanto tiempo como habríamos querido, murió cuando yo tenía 8 años pero aún así, como lo que se hereda no se hurta, dejó en mí dos cosas muy importantes: el ejemplo de una gran mujer súper trabajadora y el amor por las vajillas y los blancos, ¡amo los platitos y la ropa de cama! ella decía que no importaba si la comida era sencilla pero siempre en un plato hermoso. Ese amor por "esas cosas de casa" viven en mí y hace que ella esté presente.
Mi primera vajilla la compré más o menos cuando tenía 15 años, una vajilla de 10 puestos de platos cuadrados blancos de cerámica pesadísima de muy mala calidad (ahora me doy cuenta), pero en su momento me gustaron y fueron muy importantes para mí, guardaban la ilusión y el sueño de algún día tener mi propia casa y mis propias cosas que servirían para compartir momentos importantes con los que más quiero, esa vajilla aún la conservo con cariño porque fue la primera que compré y la mezclo con otros platos; muchas veces me han sacado de penas y lo que si es seguro es que esos platos han sido testigos de celebraciones y amor.
A lo largo de mi vida he ido comprando algunas cosas que han formado lo que ahora llamo nuestra colección. A veces ciertos platos finos tienen un precio alto y no puedo comprar la vajilla completa, pero para quitarme la gana me compro uno, uno nada más. Generalmente cuando veo un plato que me gusta y tiene un precio cómodo compro dos o cuatro, no más, porque luego igual no es como que tenga un presupuesto ilimitado, un lugar de almacenamiento gigante y además me sirve de reto y de pretexto el mezclarlos con otros.
Cuando viajo procuro comprar al menos un plato para agregar a la colección, y esa pieza es doblemente hermosa porque es bella y también tiene una historia que contar.
Dicen que el amor está en los pequeños detalles y esa premisa la creo y la afirmo con todo mi corazón. El primer amor es para consigo mismo y la excusa de no hacer nada especial para servir la mesa "sólo" para uno, para mi no tiene validez, la comida "aunque sea sólo para uno" debe ser presentada con cariño y amor porque nosotros mismos debemos querernos y consentirnos, aunque sea para comer frente al televisor o en la cama, utilizar una bandeja y servirse la comida en un plato lindo, utilizar una servilleta de tela o una servilleta de papel ¡pero linda!, son detalles hermosos para querernos más.
Mesa para dos, ¡fabuloso! ¿que cosa más especial que hacer sentir especial y querida a esa persona que amamos? la comida nos sabe más rica cuando la servimos bien y con amor, no es cosa del otro mundo, es un pequeño esfuerzo que no cuesta mucho y hace sentir especiales a quienes nos rodean.
¿Mesa para muchos? ¿la vajilla no tiene suficientes puestos? pues igual que el dicho de "como al caldo cuando viene más gente se le echa agua", igualito, se le agregan otros platos hasta que alcancen, porque no es ley que todos los platos tengan que ser iguales, se mezclan y se juega con ellos y alcanzan para todos.
... Y otro detalle, las vajillas no son para que estén guardadas juntando polvo, como cualquier otra cosa, ¡si se tiene, es para usarse!
Mi abuela Tere, cómo me gustaría invitarla a comer a nuestra casa un día, seguro le encantarían todos los platos, y las tazas, y los vasos... y todo lo que a lo largo de mi (no taaaaan larga) vida he ido coleccionando. Seguro le encantarían, ¡un beso al cielo Tere!